Hola a todos

Por qué hago este blog. No lo sé. Supongo que por aburrimiento, como forma de almacenar cosas que me van llegando y luego pierdo. No lo sé. Pero aquí está. Es muy probable que me canse de él pero.......

domingo, 17 de febrero de 2013

Monte de El Pardo: un monte ligado a la Historia


Francisco Javier Tomé de la Vega
Ingeniero Técnico Forestal
Área de Jardines y Montes de Patrimonio Nacional


Ángel Muñoz Rodríguez
Ingeniero Técnico Forestal
Coordinador del Área de Jardines y Montes de Patrimonio Nacional


El monte de El Pardo es un enclave singular, un espacio natural de gran valor, considerado como el bosque mediterráneo más importante de la Comunidad de Madrid y uno de los mejor conservados de Europa.
Situado en la vertiente sur de la sierra de Guadarrama, el monte de El Pardo se presenta como una gran masa boscosa de casi 16.000 hectáreas; y todo ello a las puertas de una aglomeración urbana de más de cinco millones de habitantes: Madrid.
El uso restringido, históricamente mantenido por la vinculación del espacio a la Corona española, es la razón de que el monte de El Pardo haya conservado su enorme valor ambiental a lo largo del tiempo.

LA PROPIEDAD

Lo que hoy conocemos como “monte de El Pardo”, propiedad del Patrimonio Nacional, es el resultado de un largo proceso histórico sobre los bienes naturales como un todo indivisible, que desde la Edad Media ha estado unido en propiedad o en derecho a las Coronas de los Reinos de Castilla y León y de Aragón, y, con posterioridad, a la Corona de España como fusión de las mismas con los demás territorios que conforman el actual Estado Español.

De acuerdo con la legislación vigente, el Patrimonio Nacional es un Organismo Público, formado por un conjunto de bienes de titularidad estatal, destinado al uso y servicio de Su Majestad el Rey y de la Real Familia para el ejercicio de la alta representación que la Constitución y las leyes les atribuyen, cumpliendo además, siempre de manera compatible con ello, la importante misión de estar al servicio del pueblo español como vehículo de cultura, investigación y docencia.
Por expreso mandato de la Ley 23/1982, reguladora del Patrimonio Nacional, este velará asimismo por la protección del ambiente y por el cumplimiento de las exigencias ecológicas en los terrenos que gestione, y especialmente, en el monte de El Pardo.
En diciembre de 1995, la Ley 44/1995 modifica la anterior, ampliando la defensa de sus espacios naturales,
exigiendo la redacción de un Plan de Protección Medioambiental para el monte de El Pardo.
El Gobierno, a propuesta del Consejo de Administración del Patrimonio Nacional, aprobó con fecha 6 de junio de 1997 el “Plan de Protección Medioambiental del monte de El Pardo”, publicándose por Orden Ministerial de 31 de julio del mismo año (B.O.E. de 7 de agosto de 1997).

LA HISTORIA

La primera mención que se hace del monte de El Pardo como cazadero real se puede encontrar en el Libro de la Montería, que manda escribir el monarca castellano Alfonso XI entre los años 1342 y 1349, citándose en este libro la abundancia de especies de caza mayor y menor; en dicha época debía de existir ya en el lugar una casa de monteros. En el mismo libro aparecen las primeras medidas de protección a la caza: “Se prohíbe armar en los bosques cepos con hierros para la caza de puercos, osos y venados”.
Enrique III construye, en el año 1405, un pabellón de caza en El Pardo. A él se debe la prohibición de caza en épocas de cría y con nieve. Enrique IV mejora la construcción, da fiestas, torneos y cacerías en el Real de El Pardo.
Los Reyes Católicos restringen el derecho a cazar, e incluso obligan a pagar indemnizaciones a los señores feudales por los daños que la caza infligía en los cultivos.
La pragmática del 15 de enero de 1470 dice: “La caza de nuestro monte de El Pardo está vedada, prohibida y acotada”; con esta pragmática se consigue la protección total de la caza en El Pardo a la vez que, de forma legal y sin lugar a dudas, se convierte en cazadero real al servicio de la Corona.
La llegada a España del emperador Carlos V es trascendental para El Pardo, al establecer por Real Pragmática del 20 de julio de 1534: “Por cuanto yo he mandado, dar orden en la guarda de la dehesa, é términos, é montes, é sotos del heredamiento de El Pardo, que en cerca de la Villa de Madrid, y porque yo quiero para mi recreación la fortaleza, y casas y caza de dicho heredamiento”.
Durante su reinado tuvo lugar la demolición del antiguo palacio y se procedió a la construcción de uno nuevo, bajo la dirección del arquitecto real Luis de Vega.
Felipe II dejó constituido El Pardo como auténtica posesión de los reyes. Para cuidar mejor la caza lo divide en cuarteles, que al principio tenían el significado de cuartas partes, aunque en posteriormente se hicieron un número cada vez mayor de partes que siguieron denominándose cuarteles (desde entonces y forestalmente, la palabra cuartel sirve para denominar la unidad de gestión de los montes).
En 1582 se publica el Discurso sobre el “Libro de Montería” de Alfonso XI, donde se hace una descripción del monte de El Pardo muy detallada.
El amojonamiento del monte de El Pardo tuvo lugar durante el reinado de Felipe II. Felipe III se preocupó más de la caza en general que del monte. Felipe IV, gran cazador, hizo de El Pardo lugar de numerosas hazañas cinegéticas, e introdujo la difícil y peligrosa práctica de cazar con lanza.
En el año 1622, para proteger las monterías de El Pardo “prohibió cazar con tiro de perdigones de plomo, ni de otra cosa en Madrid y veinte leguas a la redonda”.
La llegada a España de una nueva dinastía con Felipe V de Borbón hizo que se cambiaran las modalidades de caza: se eliminaron las telas y las lanzas y se introdujo el ojeo. El monte de El Pardo no varió su condición de cazadero real.
Los daños causados por la caza a la agricultura colindante, y la dificultad de impedir la caza furtiva o el robo de otros bienes, hacen que Fernando VI, en 1746, delimite el lugar como coto cerrado, con una cerca de piedra de 20 leguas de perímetro (99 km), reservándose todos los derechos en el interior y cediendo todos al exterior de la misma. Carlos III reacondiciona el palacio, y es gran cazador, jactándose de haber dado muerte a 539 lobos y 5.232 zorros en sus crónicas venatorias.
En su época se inicia una política expansionista del monte, si bien esta expansión agregó casi siempre dehesas y, en menor superficie, huertas, viñas y campos cereales. La mayor de las agregaciones efectuadas fue la “Dehesa de Viñuelas”, con 9.382 fanegas, que fue comprada por 1.811.503 reales a la marquesa de Mejorada.
Otras superficies fueron La Moraleja, que se adquirió al duque de Béjar, con 1.164 fanegas y un coste de
1.358.160 reales; las Batuecas, adquiridas al duque de Huéscar en 1751, con una superficie de 459 fanegas, por 570.469 reales, y la Granja de Casanova, de los Jerónimos, para cuya compra se exigió bula pontificia.
También consiguieron la protección del “Juez de Bosque” las fincas arrendadas, entre las que destaca Valdelatas, uno de los pocos espacios que quedan aún con encinar natural.
Durante la Guerra de la Independencia, por motivos alimenticios se roturaron 6.000 fanegas y se exterminó totalmente la caza. Fueron responsables de ello tanto las tropas francesas como los vecinos del sitio.
El regreso de Fernando VII acaba con las roturaciones, aunque no fue una prohibición total, ya que se continuaron cediendo tierras en arriendo, pero con la condición de que a su término quedasen sembradas de bellotas.
En el Trienio Liberal (1820-1823), con la aprobación por las Cortes de las leyes desamortizadoras, se ponen a la venta diversos bienes, como La Moraleja y Viñuelas.
En el monte de El Pardo, la falta de densidad del encinar debido a las podas abusivas y mal realizadas y a la falta de regeneración, así como la reducción de la superficie de encinas a rodales claros y con árboles enfermos (lo que provocó la disminución de la caza) hizo que fuera necesario tomar diversas medidas. Para
favorecer su regeneración se cesó totalmente la labranza, no realizando más labores que las necesarias para recolectar las cosechas pendientes. Se mantuvo el aprovechamiento de las cortezas de los alcornoques, cuya última extracción tuvo lugar en verano de 1987.
Se limitó la caza a una sola montería al año. La disminución de la producción de bellotas por la degradación de las encinas obligó a una alimentación complementaria de la fauna cinegética con pienso.
La reconstrucción de la riqueza cinegética comienza en 1875, con Alfonso XII, con repoblaciones de diversas especies y animales seleccionados (parejas de gamos y jabalíes) y con la protección de la reproducción de los venados sobrevivientes. Alfonso XIII es considerado como el monarca que tuvo la visión más clara para valorar la enorme importancia deportiva, social y económica del tema cinegético.
Favorece la creación de cotos,  y así, en el año 1931 existían 46 cotos que prestaron un servicio incalculable al mantenimiento de la vida silvestre y a la regeneración de la caza en todo el territorio nacional. Algunos de estos forman hoy parte de las Reservas Nacionales de Caza, y entre ellos destaca el monte de El Pardo, coto de caza n.o 1 del Patrimonio Nacional.
En 1931, con la II República, El Pardo pasa a pertenecer al Patrimonio Nacional, situación que, con su afección actual a la Real Casa, se ha mantenido hasta la actualidad.
En los años anteriores a la Guerra Civil hubo varios proyectos de construcciones al cambiar sensiblemente, durante la República, el concepto del uso al que se debía dedicar el monte. La primera de ellas fue el hipódromo, anteriormente situado al final de la Castellana.
El traslado de estas edificaciones deportivas se realizó para poder alargar este eje de comunicaciones, permitiendo la expansión de Madrid hacia la zona norte.
También se proyectó la construcción de una carretera hacia la sierra de Guadarrama, que iba a ser flanqueada por modernas urbanizaciones del tipo ciudad-jardín. El estallido de la Guerra Civil impidió la realización de estas edificaciones, que hubiera hecho desaparecer este privilegiado monte en su totalidad.
Durante la guerra no se produjeron demasiados destrozos en el monte, al no ser esta zona frente importante en el ataque a Madrid, puesto que únicamente se construyeron algunos fortines y líneas de trincheras cercanos a la carretera de La Coruña como primera línea de defensa de Madrid.
Terminada la contienda, y por Ley de 7 de marzo de 1940, El Pardo pasa a ser terreno “adscrito al uso y servicio de Jefe del Estado”, convirtiéndose el palacio en residencia del general Franco. Se restauraron las edificaciones y se llevaron a cabo importantes obras de reforma en su interior.
Dentro de las actuaciones que han desafectado pequeñas zonas del monte, son de destacar: en 1956, la venta de terrenos a la inmobiliaria Alcázar, en torno al arroyo de Fuentelarreina; la instalación de la Fundación Generalísimo Franco y la utilización militar para cuarteles y viviendas en El Pardo y Mingorrubio.
La última cesión se produce en la última década del siglo pasado, al construirse la M-40 que circunda Madrid. La prohibición expresa que hace el “Plan de Protección Medioambiental” de nuevas desafecciones garantiza en el futuro la total integridad territorial.
Son de destacar como actuaciones positivas las repoblaciones de la década de los 50 con pino piñonero como factor de lucha contra la erosión, y el aumento de la vigilancia y control que para el monte supuso su adscripción a la Jefatura del Estado, preservando un monte que a lo largo de la reciente historia estaba condenado a desaparecer en favor de unos más que inciertos “beneficios sociales para el pueblo de Madrid”.
Tras la llegada del actual monarca al trono, y por su expreso deseo, se abren al público casi 1.000 ha del monte para disfrute de los ciudadanos, quedando el resto de la superficie como reserva integral de su fauna y flora, al ser un valor de imprescindible conservación.
Los jardines históricos existentes en el real sitio de El Pardo se encuentran territorialmente dentro de la superficie del monte de El Pardo, y son: jardines del Palacio Real de El Pardo, jardín de la Casa del Príncipe Don Carlos y predio de La Quinta del Duque del Arco con sus jardines. El palacio de La Zarzuela se encuentra en el cuartel del mismo nombre en pleno monte de El Pardo.

EL MEDIO

El monte de El Pardo es un privilegio para la población madrileña, pues constituye un espacio natural continuo situado al norte de Madrid y con altos valores ecológicos. Se trata de un encinar típico mediterráneo de acusada continentalidad sobre suelos arenosos, con un suave relieve ondulado sobre la vega del curso medio del río Manzanares, que lo atraviesa de norte a sur en un recorrido aproximado de 19 kilómetros.
Toda su superficie de 15.821 hectáreas se encuentra cerrada perimetralmente por tapias de distinto tipo (99 km) desde le época del Rey Fernando VI, aunque en algún tramo ha sido sustituida o reconstruida con otros materiales. Al norte limita con los términos municipales de Hoyo de Manzanares, Colmenar Viejo y Tres Cantos, al oeste con Torrelodones y Las Rozas, al sur con los barrios de El Plantío, Aravaca y Moncloa, y al este con Fuencarral, al que está unido como distrito dentro del municipio de Madrid, y los barrios de El Goloso y Valdelatas.
La zonificación que establece el Plan de Protección Medioambiental es: zona reservada: 14.700 ha; zona de uso público, 843 ha; zona de uso público restringido, 35 ha; zona de uso especial, 127 ha.
El encinar se asienta sobre un amplio valle formado por el río Manzanares en su curso medio. Su suelo está constituido por elementos arenosos y detríticos originados por la disgregación de los materiales graníticos provenientes de la sierra de Guadarrama y de la sierra del Hoyo de Manzanares, situadas al norte, junto con los materiales de arrastre aluvial del Cuaternario. Desde el punto de vista geológico y geomorfológico, el monte de El Pardo presenta una gran homogeneidad en todo su territorio. El suelo de El Pardo muestra, en consecuencia, un alto grado de inmadurez que lo hace muy vulnerable ante los procesos de erosión.
Además de la encina como especie principal, que vegeta en forma adehesada por la acción continuada del
hombre, aparecen otras especies mediterráneas como acompañantes, bien formando bosquetes o aisladamente.Tales son: alcornoques, quejigos, enebros, fresnos, arces de Montpellier, coscojas, sauces, etc. Las especies arbustivas predominantes que forman manchas dentro y fuera del monte adehesado son: jaras, retamas, labiérnagos, romeros y cantuesos, y en las vaguadas con humedad edáfica aparecen los juncales.
El encinar, denso en algunos puntos y adehesado en la mayor parte del territorio, a veces en forma de dehesa hueca, es la formación vegetal dominante.
Pero también es posible contemplar masas continuas de fresnos en los sotos de los arroyos principales, enebrales mezclados con chaparras, jarales, y así hasta 120 especies vegetales.
La diversidad faunística del monte de El Pardo es también considerable y digna de mención, toda vez que además de especies emblemáticas como el águila imperial, que sobrevuela los cielos de este espacio situado a escasos cinco kilómetros de la ciudad de Madrid, habitan numerosas especies de mamíferos (ciervo, gamo, jabalí, gato montés, conejo, tejón, zorro, gineta, comadreja, etc.). También habitan el monte varias especies de reptiles, desde la culebra de escalera hasta la lagartija cenicienta. La fauna ictícola se concentra principalmente en el embalse de El Pardo (550 ha), donde algunas especies alóctonas (carpas y lucios) alcanzan desarrollos considerables.
Destaca el monte de El Pardo por su riqueza en aves, presentes como: sedentarias, invernantes, estivales nidificantes o migratorias, razón por la que es declarado ZEPA, siendo la n.o 11, denominada Monte de El Pardo, dentro del LIC de la Cuenca del Río Manzanares ES3110004. Águila imperial, águila perdicera, águila culebrera, aguililla calzada, buitre leonado, buitre negro, cigüeña negra, búho real, entre otras muchas otras aves, están presentes en este espacio. Y, asociadas al embalse, aves acuáticas: anátidas, ardeidas, limícolas, gaviotas y somormujos.

LA GESTIÓN

La gestión, desde la creación de los Servicios Técnicos del Patrimonio Nacional (1983), ha sido totalmente
conservacionista en un ecosistema tan frágil como es un encinar sobre arenas, siendo reconocido incluso por los mayores detractores de la actual situación su magnífico y casi único estado de conservación.
La propia Ley del Patrimonio, y después el Plan de Protección Medioambiental, encomiendan y atribuyen la gestión del monte de El Pardo al Patrimonio Nacional, y dotan a este espacio de una protección al menos igual a la que poseen los Parques Nacionales en toda España.
Para la redacción del citado plan se realizó un estudio de ordenación integral, que se denominó Plan de Estado y Protección. Este estudio completó desde el inventario forestal y los estudios botánicos, climáticos, edáficos y faunísticos hasta un primer plan cinegético, lo que hizo posible un mayor conocimiento integrado del monte.
En cada uno de los planes especiales y planes de manejo que el Plan de Protección obliga están contenidas
las directivas de gestión, y a la fecha se han redactado todos y cada uno de los siguientes.
— Plan anual de actuaciones
— Plan especial de incendios
— Plan de uso público
— Plan de regeneración y mejora forestal
— Plan cinegético y de manejo de grandes herbívoros
— Plan de manejo del águila imperial
— Plan de manejo del buitre negro
— Plan de manejo de la cigüeña negra
— Plan de control de fenómenos erosivos, de recuperación de márgenes y de protección de avenidas

Además de estos, existen otros planes encaminados a la defensa de dos especies botánicas: Securinega tinctoria y Vulpia fontqueriana, y de dos reptiles: Lacerta schreiberi y Lacerta monticola.
Dentro de cada uno de los planes se redactan los proyectos técnicos conforme a las disponibilidades presupuestarias, teniendo en cuenta que existen inversiones de carácter irrenunciable prioritarias, como la red de vigilancia y extinción de incendios forestales, y otros servicios, que agrupan desde los tratamientos culturales del encinar y el mantenimiento de repoblaciones hasta la limpieza y recogida de basuras de la zona de uso público.

EL EQUILIBRIO, OBJETIVO PRINCIPAL

Ha de considerarse como principal objetivo del monte de El Pardo mantener en equilibrio del monte como
espacio forestal y base de la cadena trófica y de las poblaciones de grandes herbívoros.
La balanza no debe nunca posarse en los extremos. Así como el encinar es capaz de resurgir de las cenizas como masa forestal mediterránea adaptada al fuego, demuestra su incapacidad de regeneración ante una excesiva carga cinegética continuada. Al objeto de conseguir este equilibrio, Patrimonio Nacional realiza la modalidad de descastes numéricos y selectivos sobre gamo, ciervo y jabalí.
A lo largo de la historia del monte, la existencia de caza siempre ha tenido consecuencias, la mayoría de las veces motivadas por la falta de control o por abuso del hombre, presionado por las circunstancias históricas. Hubo épocas en las que se culpaba a la decadente vegetación de la disminución de la caza, y en otras, las menos, en las que se culpaba a la caza de la degradación de la vegetación. Creemos pues de vital importancia mantener la balanza en equilibrio.
Aunque esta problemática es origen directo o indirecto de otras, tenemos que ser conscientes de la vulnerabilidad del monte de El Pardo y de sus valores medioambientales.
Son varias las amenazas que penden sobre este valioso enclave, unas causadas por la presión que desde el exterior se ejerce sobre el monte, sobre la que es difícil actuar, y otras de origen endógeno, menos conocidas.
Con respecto a las amenazas externas que sufre el monte de El Pardo, hay que tener en cuenta que es un espacio que prácticamente “sobrevive” a la enorme presión ejercida por la gran aglomeración urbana de Madrid con toda su área metropolitana.
Desde su extremo noroeste al extremo nordeste, El Pardo se encuentra totalmente embolsado y presionado por infraestructuras viarias como autovías y carreteras y líneas férreas de cercanías y de alta velocidad, tendidos eléctricos, infraestructuras hidráulicas -como las del Canal de Isabel II-, conjuntos residenciales como El Goloso, Los Peñascales, etc.
Esta presión a la que El Pardo se ha visto sometido en los últimos años ha ido creciendo paulatinamente.
No solo las infraestructuras constriñen el monte, las actividades humanas también marcan la diferencia: una nítida línea recta señala el límite del monte de El Pardo hacia el nordeste. Es la línea que separa la masa forestal de El Pardo de la zona agrícola y ganadera del municipio de Colmenar Viejo.
Otras actividades humanas llevadas a cabo fuera de los límites del monte suponen impactos de muy diversa índole en el interior del mismo. Por ejemplo, los vertidos de aguas residuales provenientes de las depuradoras situadas en la entrada de arroyos desde las poblaciones y los vertidos contaminantes ocasionales.
El hombre urbanita suele percibir el paisaje como algo estático. Sin embargo, el paisaje natural, definido como un complejo sistema de interacciones, se caracteriza por su dinamismo. Estas interacciones están protagonizadas por los componentes vivos e inertes (rocas, atmósfera, agua, plantas, animales, acciones humanas, etc.), en general, en un equilibrio bastante crítico y fácil de alterar.
El paisaje percibido de El Pardo, el fenosistema, sigue conservando un alto valor estético, y es nuestra responsabilidad como gestores de este espacio único mantenerlo y conservarlo en las mejores condiciones para uso y disfrute de las generaciones futuras.
No obstante, nuestro monte perdura en el tiempo sin duda por su especial significado histórico.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS


— HERNÁNDEZ FERRERO, J.A. (2008): Veinticinco años de evolución en las restauraciones del Patrimonio Nacional. Bienal Fundación Caja Madrid.
— SORIA, S. (2002): Los Montes del Patrimonio Nacional.
— PRIETO RODRÍGUEZ, Antonio (2007): Redacción del proyecto de ordenación del monte de El Pardo.
— BAUER, E. (1980): Los Montes de España en la historia. Ministerio de Agricultura.
— LÓPEZ RODÓ, L.( 1954): El Patrimonio Nacional. C.S.I.C.
— COMUNIDAD DE MADRID (1984): Guía de los montes de El Pardo y Viñuelas.
— PATRIMONIO NACIONAL (1990): Estudio Faunístico en terrenos del Patrimonio Nacional.


viernes, 15 de febrero de 2013

Las 6 grandes batallas de la División Azul, los soldados españoles de Hitler


Día 15/02/2013 - 17.00h


Introducción: División azul, la unidad española de Hitler

Miembros de la división azul parten en un tren alemán
Ríos de tinta se han escrito sobre la División Azul, la unidad española de voluntarios que partió hacia Rusia durante la II Guerra Mundial para combatir el comunismo. Villanos para unos y héroes para otros, lo que es cierto es que, a la luz de la historia, estos soldados protagonizaron algunos insólitos sucesos como caminar 1.000 kilómetros en pocas semanas para entrar en batalla.
No obstante, hay que remontarse algunos años más atrás en la historia para conocer las causas de formación de la División Azul. Todo comenzó con la invasión de la U.R.S.S por parte de la Alemania nazi de Hitler. La movilización, que recibió el nombre de «Operación Barbarroja», se inició un 22 de junio de 1941. Ese mismo día, los alemanes decidieron que era hora de cobrarse el favor que habían prestado a Franco en la Guerra Civil.
Así lo explica el doctor en Historia Contemporánea Xavier Moreno Juliá (autor de varios libros cómo «Hitler y Franco. Diplomacia en tiempos de guerra -1936-1945-»), en su trabajo «La División Azul. Sangre española en Rusia. 1941-1945»: «Franco ofreció a Alemania el envió de algunas unidades de voluntarios en reconocimiento a la ayuda recibida durante la Guerra Civil. Un ofrecimiento que tenía que ser interpretado como un gesto de solidaridad».

Un discurso que valió 20.000 voluntarios

Sólo dos días después de que Hitler decidiera marchar sobre la estepa rusa, España se preparaba para dar la noticia a sus ciudadanos de la existencia de la División Azul y de la necesidad de voluntarios. El encargado de dar la exclusiva fue el ministro de Asuntos Exteriores Ramón Serrano Súñer.
«Un Serrano exultante, con uniforme blanco y gafas de sol, ante la expectativa de la gente y sin micrófonos, exclamó desde el centro de Madrid: “Camaradas: No es hora de discursos, pero sí de que la Falange dicte en estos momentos su sentencia condenatoria: ¡Rusia es culpable!¡Culpable de nuestra Guerra Civil! (…) ¡El exterminio de Rusia es exigencia de la Historia y del porvenir de Europa!”», determina Juliá.
Con estas palabras, Súñer dio el pistoletazo de salida para la entrada de voluntarios en la División Azul, noticia que sería dada a conocer por los diarios tres días después. Al instante, miles de jóvenes de lanzaron a las calles para alistarse. Entre ellos, se encontraba el joven Juan José Sanz, entonces de 17 años, que, en declaraciones a ABC, explica como vivió la situación.
«Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, escuché el discurso que hizo el ministro Serrano Suñer en el que dijo la famosa frase “Rusia es culpable”. Después de eso, nos apuntamos de golpe a la División Azul. Tras el mensaje, yo fui a Zaragoza y me presenté voluntario para luchar, pero no contra el pueblo ruso, sino contra el comunismo. Igual que yo, en pocos días salieron a las calles casi 20.000 jóvenes», determina el antiguo miembro de la División Azul.
La llegada de voluntarios fue masiva. «Se dieron casos familiares extremos, como el ofrecimiento conjunto de hasta tres y cuatro hermanos, o el de un padre con todos sus hijos», determina Juliá en «División Azul». Sin embargo, la mayor afluencia fue sin duda de universitarios:
Así, tras aproximadamente una semana de inscripciones, el 2 de julio finalizó la fecha para alistarse en la División Azul, conocida por los alemanes como «Blau división» o «250. Einheit spanischer Freiwilliger» (250 Unidad de voluntarios españoles). Ansiosos, sus 18.000 integrantes, al mando de Agustín Muñoz Grandes, esperaban la orden de partir.

España despide a los divisionarios

Unos 10 días después, la orden se hizo realidad, pues Franco hizo marchar a la División Azul hacia Baviera (Alemania), donde tendrían su primer contacto con los nazis y llevarían a cabo su instrucción. «El domingo 13 de julio, la División Azul comenzó el transporte escalonado de sus hombres hacia Alemania, en 19 expediciones, y a lo largo de diez días», determina Juliá en su libro.
Sanz, ya divisionario, partió más tarde. «A mi me asignaron al 3º Batallón del Regimiento 263, que se formó entero en Zaragoza. De hecho, uno de los curas más destacados, el padre Indalecio, vino a Zaragoza desde Madrid para incluirse en esta unidad. Éramos casi todos universitarios, además de médicos, abogados…. También es curioso que nosotros no salimos de España el 13 de junio, como el resto, sino que lo hicimos dos días después», determina antes de aclarar lo emotiva que fue para él la partida.

La sangre latina contra la frialdad alemana

«Un campamento militar instalado al lado del pueblecito bávaro de Grafenwöhr, a pocos kilómetros de Nuremberg, fue el centro asignado por el alto mando alemán para la instrucción de la División Azul», explica el experto. En este campo, sería donde los divisionarios españoles conocerían al ejército nazi.
«Hicimos el adiestramiento en sólo dos meses cuando lo normal era en tres. Los alemanes quedaron sorprendidos de nuestra preparación porque todos teníamos una vocación clara y todos estábamos ilusionados en ir y aprender», señala Sanz, uno de los últimos en llegar al campo.
Con la convivencia, se pudieron observar las grandes diferencias que aporta la sangre latina. «Existían muchos contrastes de mentalidad entre nosotros y los alemanes. Nosotros cantábamos, hacíamos fiestas y ellos eran inflexibles. Por ejemplo, fue muy jocosa cuando, el primer día de entrenamiento, recibimos material. Nos dieron un equipo completo con hojas de afeitar, cepillo de dientes, cepillo para el pelo… Nos hizo mucha gracia porque nos parecía todo un lujo», explica el antiguo miembro de la División Azul, que ahora roza los 90 años.
«Otra anécdota sucedió con la ropa. Cuando nos dieron las camisas, como éramos más pequeños que los alemanes, nos quedaban muy grandes. Más de uno parecía que llevaba puesto un camisón. Lo mismo pasaba con los pantalones, a los que teníamos que dar un par de vueltas. No obstante, y a pesar de todo, no tuvimos ningún problema con ellos porque siempre cumplíamos nuestras misiones», recuerda Sanz.
«En principio, durante las primeras marchas, decían que éramos unos “desarrapaos”. La verdad es que, por ejemplo, nunca tuvimos mucho interés en llevar pulcro el uniforme mientras que ellos lo llevaban impoluto. Sin embargo, cuando llegamos al frente fue otra cosa, porque la División Azul se mantuvo en su sitio durante importantes combates singulares», finaliza el divisionario.

Una marcha de 1.000 kilómetros hasta el frente

Soldados de la División Azul en el frente ruso
Tras dar por finalizado el entrenamiento, los divisionarios recibieron sus primeras órdenes: partir hacia Rusia para reforzar a las fuerzas alemanas. Sin embargo, se planteó un problema para la División Azul debido a que, aunque podían ser trasladados hasta Polonia en tren, se les informó de que deberían hacer a pie una distancia de casi 900 kilómetros (un espacio similar al que separa el sur de Andalucía del norte del País Vasco) para llegar a Smolensko, cerca de Moscú.
«Llegadas todas las expediciones, comenzó la parte más dura del viaje hasta el frente, por la falta de transporte motorizado, los españoles deberían cubrir casi 900 kilómetros a pie (…). Los cálculos estimaban que en unos 40 los días necesarios para llegar hasta allí, donde los divisionarios embarcarían nuevamente en ferrocarril hasta Dno», determina el historiador Xavier Moreno Juliá.
La dureza del calzado, acompañada por las nubes de polvo que se provocaban por la marcha y la falta de alimento, hacían el camino insoportable. Además, la hilera que los soldados españoles formaban era tan larga que había aproximadamente entre dos y tres días de camino entre el grupo de cabeza y el del final. .
«En esa marcha se nos rompieron los zapatos y llegamos a acabar casi medio desnudos. Además, el problema también fue el frío que sufrimos que, aunque no era tan intenso como el que sufrimos luego, nos afectó mucho más porque nos cogió medio desnudos tras la caminata, sin apenas zapatos, que se habían roto. Fue muy duro», recuerda el divisionario Juan José Sanz.
«Aquella salvaje marcha se cobró 11 vidas humanas (sólo la explosión de una mina mató a 4 soldados e hirió a otros 34), y dejó fuera de juego a 3013 hombres más, mayoritariamente en la condición de aspeados. Mató también a 44 caballos e inutilizó a otros 957, así como 77 vehículos, algunos perdidos para siempre», explica Juliá. A pesar de todo, tras varias semanas se encontraron por fin cerca de su objetivo.
No obstante, el destino todavía guardaba una agria sorpresa para los soldados. Justo antes de llegar a Moscú, fueron informados de que debían volver sobre sus pasos. «La División Azul recibió la orden de girar y desandar unos cien kilómetros hasta Orsha, y dirigirse, en dirección norte, hasta Vitebsk, donde tomaría el tren hasta Novgorod. En pocas palabras: las necesidades de Hitler en el sector norte del frente ruso y los malos informes que la Plana de Enlace alemana en la División Azul envió al mando alemán (españoles mal uniformados y con comportamientos mediterráneos, alejados de los parámetros germánicos), decidieron a aquel a enviar a los españoles al sector norte del frente», finalizada el historiador. Tras llegar definitivamente a su posición, la División Azul entraría finalmente en batalla.

El frente del río Voljov: Primeras conquistas

Plano representativo del río Voljov
El primer frente en el que la División Azul combatió fue cerca de un río navegable de más de 200 kilómetros de largo, el Voljov, situado al norte de Rusia. «Al Voljov los españoles llegaron entre los días 10 y 11 de octubre de 1941, y el 12, fiesta de la Hispanidad, entraron en combate. El frío era ya intenso, por debajo de los cero grados centígrados, y el Ejército alemán -y con él la División Azul- carecía de equipo de invierno, en tanto que Hitler había previsto que la campaña rusa iba a estar acabada en unos dos meses», señala el historiador Xavier Moreno Juliá.
Tras llegar, la División Azul trató de llevar a cabo una serie de pequeñas conquistas al otro lado del río. «Hubo un corto período de ofensiva hispano-alemana con la toma de varias poblaciones de escaso valor, en tanto que no sobrepasaban la catalogación de aldeas. Y llegaron, en su avance hasta tres poblaciones que pasarían a ser fundamentales: Otenski al norte, Possad en el centro, y Posselok, la más oriental, al sur; las tres, cercanas al río Vischera, afluente oriental del Voljov», afirma el experto.
No obstante, esta ofensiva no se extendió mucho y en poco tiempo los rusos iniciaron si propio asalto. «Siguieron cinco semanas de sufrimiento atroz en Possad y Otenski, en tanto que Posselok fue abandonada. Atacadas por la infantería, la artillería y la aviación, las dos poblaciones se convirtieron en tumba abierta de cientos de españoles», explica el historiador.
Al final, el 7 de diciembre el general español al mando de la operación recibió la orden de retirada por parte de los alemanes. No hubo más que decir, la División Azul cruzó la orilla y se apostó para la defensa de sus nuevas posiciones.

La gran matanza de españoles en el Voljov

La División Azul busca a sus camaradas fallecidos
Los españoles no tuvieron que esperar mucho para volver a combatir, pues a los pocos días de retirarse de sus posiciones avanzadas fueron atacados por centenares de soldados rusos. «El 27, una posición española ubicada entre las localidades de Udarnik y Lobkovo fue atacada. El pelotón, que estaba al mando de un alférez, fue aniquilado y los cuerpos de sus hombres, clavados en el suelo con picos para romper el hielo», afirma el historiador.
Esta gran derrota fue conocida como la tragedia de la «Posición intermedia». Sin embargo, los españoles decidieron no dejar este suceso impune y devolvieron el envite de manos del comandante Tomás García Rebull quien, finalmente, casi aniquiló en su totalidad a la fuerza rusa. La venganza se había cumplido para estos militares.
Por aquel tiempo, las bajas de la División Azul eran ya considerables, pero nada comparables con las del ejército nazi. «El 31 de diciembre de 1941 la División Azul había visto morir a 1.400 de sus hombres, en tanto que el Ejército alemán, desbordado desde hacía ya tres semanas ante Moscú (5 de diciembre, ataque del general Zhukov con reservas siberianas), contaba ya con un cuarto de millón de muertos», explica Juliá.

El cruce del lago Ilmen: La muerte helada

Soldados españoles resisten al «general invierno»
Después de resistir los ataques soviéticos, la División Azul protagonizó una de sus acciones más valerosas, la cual consistió en cruzar un lago helado para socorrer a una unidad alemana que estaba siendo «machacada» por fuerzas soviéticas. Concretamente, esta acción se desarrolló en el lago Ilmen (cerca del frente del río Voljov) del 10 al 21 de enero al mando del español José Manuel Ordás.
«El año 1942 vio el cruce del Lago Ilmen -al sur de las posiciones de la División Azul- por la recientemente creada Compañía de Esquiadores. El lago, completamente helado, fue cruzado a pie, pero con muy mala suerte, pues la trayectoria prevista tuvo que anularse ante las grietas que se abrían ante los españoles», determina el historiador Xavier Moreno Juliá.
Estas dificultades provocaron que tuviera que cambiarse el itinerario inicial por uno más largo. Esto fue letal para las tropas españolas, que tuvieron que soportar una temperatura de nada menos que 52 grados bajo cero. «Finalmente, tras once días de penalidades, los españoles encontraron a los alemanes, que habían podido zafarse del acoso soviético», explica el experto.
La acción no fue demasiado satisfactoria para los españoles, que sufrieron 102 bajas por congelación acompañadas de una gran cantidad de heridos. «Poco hubiesen podido hacer para ayudarles (a los alemanes), pues quedaban sólo doce hombres ilesos de un contingente inicial de 240», sentencia el historiador.
«Esta acción fue aprovechada por el general español Muñoz Grandes para dar publicidad a su División Azul, por medio del envío de un álbum con los telegramas enviados y recibidos durante el cruce del lago. El alto mando alemán quedó impresionado y la noticia llegó a Berlín. A partir de entonces, luchar al lado de los españoles pasó a ser señal de buena suerte para el soldado alemán», explica Juliá. Después de estos envites, Berlín anunció al mundo la victoria en el Voljov.

El sitio de Leningrado

Un soldado descansa en el frente de Leningrado
Tras el frente del río Vonjov, los españoles fueron enviados hacia Leningrado (una de las principales ciudades rusas) para ayudar a las tropas alemanas a mantener el cerco de la ciudad, sitiada por el ejército nazi. Mediante este asedio, Hitler pretendía que la ciudad muriera de hambre al contar con más de 3.000.000 de ciudadanos.
«El frente de Leningrado, a diferencia del anterior, el del río Voljov, era estático. En un primer momento, había incluso la intención alemana de tomar por asalto la ciudad, por lo que fue llevada la División Azul hasta allí, al objeto de cubrir el flanco suroriental del ataque», sentencia el historiador Xavier Moreno Juliá..
Sin embargo, Hitler tuvo que detener finalmente el sitio de esta ciudad. «Tenía que dar prioridad a la batalla que se desarrollaba en el sector sur del frente ruso, en Stalingrado, donde sus tropas comenzaban a tener serias dificultades. De ahí que Leningrado se convirtiese en núcleo de asedio por parte de las tropas alemanas, apoyadas por las españolas. Además, se daba la circunstancia de que aquel nuevo frente era en gran medida urbano, a diferencia del anterior, fundamentalmente rural» explica el historiador.

Muerte en Krasni Bor y regreso a España

Regreso de los divisionarios
Pero, sin duda, la acción más valerosa de la División Azul fue la defensa de la ciudad rusa de Krasni Bor, cerca de Leningrado. «Acaeció el 10 de febrero de 1943. Ese día, 38 batallones soviéticos salieron de Kolpino, el barrio industrial de Leningrado ante el que estaba acantonada la División Azul, apoyados por unos ochenta tanques, unas 150 baterías y un número indeterminado de "organillos de Stalin", esto es, de lanzadoras de proyectiles», destaca el historiador Xavier Moreno Juliá.
«El embate fue tal, que en menos de veinticuatro horas acabó con la vida de 1.125 españoles, hirió a más de mil y unos noventa se dieron por desaparecidos. Los infantes alemanes, a cuyo mando estaba el general Philipp Kleffel, tardaron casi diez horas en intervenir, una más que su aviación. Tan sólo con los muertos de aquel día, España saldó -e invirtió dieciséis veces- la mortandad en combate de la Legión Cóndor, que sobrepasó en poco la cifra de trescientos hombres», finaliza el experto.

La vuelta a España

Finalmente, y tras decenas de combates, la División Azul fue relevada y enviada a España a pesar de que algunos de sus integrantes se negaban a marcharse del frente. Muchos, de hecho, consiguieron permanecer un poco más en combate formando nuevas unidades hasta que volvieron a su país de origen, donde, hoy por hoy, son queridos y odiados.

sábado, 9 de febrero de 2013

Atentado contra Alfonso XIII

Alfonso XIII y Victoria Eugenia
El 31 de mayo de 1906 murieron en Madrid 28 personas en la calle Mayor por la bomba que lanzó un anarquista contra la carroza nupcial de Alfonso XIII. Este atentado contra Alfonso XIII tiene el triste honor de ser el, por el número de muertos, el tercer hecho más trágico de la historia de Madrid. Ese día iba a ser una jornada de alegría y fiesta, ya que en la iglesia de los Jerónimos se iba a celebrar la boda del rey con la princesa Victoria Eugenia de Battemberg. Madrid estaba engalanado para la ocasión y los madrileños se echaron a las calles para ver a la joven pareja.



Pedro Mateo Morral
EL TERRORISTA: MATEO MORRAL (Sabadell, 1880 - Torrejón de Ardoz, 1906) fue un anarquista catalán. Nació en el seno de una familia rica de Sabadell, con buen nivel de conocimiento, hablaba tres idiomas, viajó a toda Europa y en uno de sus viajes a Alemania se hizo anarquista. A la vuelta del viaje, rompió con su padre le pidió la legítima (unos 30.000 € de 2012) y decidió abandonar el negocio textil familiar, comenzando a trabajar con el anarquista Francisco Ferrer Guardia como bibliotecario, período durante el que sería autor de algunos breves textos, como "Pensamientos Revolucionarios de Nicolás Estévanez". Ferrer Guardia, un masón libertario y anticlerical que había fundado en la Ciudad Condal la "Escuela Moderna", centro de enseñanza racionalista y anarquista donde Morral encontró empleo, aunque este centro de enseñanza fue un auténtico forjador de anarquistas, Pedro Mateo Morral, ya era entonces un anarquista de convicción, quería matar a Alfonso XIII el día de su boda... Tenía 26 años cuando se suicidó, después de matar al guarda rural que lo había detenido.

EL ATENTADO

Mateo Morral muerto
En mayo de 1906, Mateo Morral viajó a Madrid para preparar el atentado contra el Rey. La bomba, tipo Orsini, como la del atentado del Liceo de Barcelona (7/11/1893), de fabricación casera estaba oculta en un ramo de flores que arrojó desde el balcón de la pensión en la que se hospedaba, tercer piso del número 88 de la calle Mayor. Lanzada contra la carroza real al paso de la comitiva, estalló entre la multitud que estaba observando la comitiva.

Los reyes salieron ilesos, pero 28 personas murieron y más de 100 fueron heridas. Después del 11-M, marzo 2004, y del accidente aéreo de la T4 de Barajas el 20 de agosto de 2008, es el tercer hecho más relevante por el número de muertos y heridos en la capital de España.

La Bomba Orsini, 
Una vez finalizado el acto religioso en la iglesia de San Jerónimo, la larga comitiva emprende su lento camino hacia Palacio; el intervalo de paso del cortejo supera la hora y media. Son las dos y veinte de la tarde cuando la carroza que transporta a la pareja pasa bajo el balcón donde Morral permanece expectante. Pasa completamente desapercibido, es uno más entre los miles de españoles que aplauden con entusiasmo el paso de la comitiva. La bella Reina de España saluda sonriente a la multitud, tenía fama de ser "la Princesa más bella de Europa". El coche real se detiene unos instantes, justo en el portal del número 88 de la calle Mayor. Es la ocasión que esperaba Mateo Morral quien, decidido, lanza a la calle un espléndido ramo, entre cuyas pálidas rosas ha ocultado la bomba Orsini, la bomba cae cerca de la carroza de los novios... y la escena es indescriptible, el gentío, antes feliz, huye despavorido presa del pánico. La confusión es enorme y Mateo Morral sale del portal y se pierde entre la muchedumbre, con la ayuda de José Naskens, director de "El Motín", un periódico que se caracteriza por sus furibundos ataques a la monarquía y la iglesia, se traslada a Torrejón de Ardoz desde donde tiene organizado su regreso en tren a Barcelona. Pero el 2 de junio fue reconocido por varias personas en un ventorrillo, cercano a Torrejón de Ardoz, donde se detuvo para comer. Estas personas avisaron a un guarda jurado particular de campo, Fructuoso Vega, que le conminó a seguirle. Se entregó pacíficamente, pero cuando era conducido por el guarda al cuartelillo de Torrejón de Ardoz, Morral le mató de un tiro y se suicidó a continuación de un disparo en el pecho.
Mateo Morral había evitado que el garrote vil o en el paredón hubieran acabado con su vida, que ése será el final de su maestro y amigo Ferrer Guardia, cuando sea fusilado, el 13 de octubre de 1909, por su implicación en los sucesos de la Semana Trágica de Barcelona de 1907.

En el posterior juicio, José Nakens, Francisco Ferrer Guardia y otros anarquistas fueron condenados por conspiración y un año después fueron también "típicamente" indultados.

En la calle Mayor de Madrid, podemos ver un pequeño monumento que nos recuerda el terrible atentado ocurrido el 31 de mayo de 1906. Cuando lo que iba a ser una jornada de alegría y celebración, otra vez el idealismo y la acción directa de un anarquista se llevó en Madrid la vida de 28 inocentes y mandó al hospital a más de 100. Situado delante de la iglesia del Sacramento, Iglesia Arzobispal Castrense, fue construido en 1963 por el escultor Coullaut Valera, para sustituir uno anterior que fue derribado durante la Segunda República.



MONUMENTO ORIGINAL EN MEMORIA DE LAS VICTIMAS DEL ATENTADO


El monumento original que estuvo en la Calle Mayor, situado donde está el actual, es el siguiente:


Mucho más bonito y espectacular que el actual, pero el paso de la Segunda República acabó con este monumento a las víctimas del atentado anarquista.

Este monumento, realizado a iniciativa de la duquesa de la Conquista por el escultor Algueró, siguiendo un proyecto del arquitecto Enrique María Repullés y Vargas, hecho al gusto de la época en un estilo ecléctico, estaba formado por tres columnas agrupadas que representaban al pueblo, al ejército y la aristocracia. En las aristas formadas por las intersecciones de las columnas, las tres clases ascendían simbolizadas por guirnaldas de flores hasta los pies de la imagen de la Virgen del Amor Hermoso, que representaba el día en que ocurrió el atentado, 31 de mayo de 1906.


HOMENAJE DE LA SEGUNDA REPÚBLICA AL TERRORISTA PEDRO MATEO MORRAL

Como curiosidad, resaltar que durante la II República (un régimen liberticida que se implantó en España tras unas elecciones municipales para elegir alcaldes y concejales) el ayuntamiento de Madrid tuvo el detalle de dar el nombre del terrorista Mateo Morral a dos calle de Madrid. La primera, a la calle Mayor, escenario del atentado, que fue renombrada como calle Mateo Morral; y también durante el mismo periodo, la actual calle de San Cristóbal, en el distrito Centro, se llamó travesía Mateo Morral. Un régimen, LA II República, que empezó así, no pudo dejar peor herencia ni acabar mejor que como acabó, con una terrible guerra civil.


viernes, 8 de febrero de 2013