Día 15/02/2013 - 17.00h
Introducción: División azul, la unidad española de Hitler
Ríos de tinta se han escrito sobre la División Azul, la unidad
española de voluntarios que partió hacia Rusia durante la II Guerra Mundial para
combatir el comunismo. Villanos para unos y héroes para otros, lo que es cierto
es que, a la luz de la historia, estos soldados protagonizaron algunos insólitos
sucesos como caminar 1.000
kilómetros en pocas semanas para entrar en batalla.
No obstante, hay que remontarse algunos años más atrás en la historia
para conocer las causas de formación de la División Azul. Todo comenzó con la
invasión de la U.R.S.S por parte de la Alemania nazi de Hitler. La movilización,
que recibió el nombre de «Operación Barbarroja», se
inició un 22 de junio de 1941. Ese mismo día, los alemanes decidieron que era
hora de cobrarse el favor que habían prestado a Franco en la Guerra Civil.
Así lo explica el doctor en Historia Contemporánea Xavier Moreno
Juliá (autor de varios libros cómo «Hitler y
Franco. Diplomacia en tiempos de guerra -1936-1945-»), en su trabajo
«La División
Azul. Sangre española en Rusia. 1941-1945»: «Franco ofreció a
Alemania el envió de algunas unidades de voluntarios en reconocimiento a la
ayuda recibida durante la Guerra Civil. Un ofrecimiento que tenía que ser
interpretado como un gesto de solidaridad».
Un discurso que valió 20.000 voluntarios
Sólo dos días después de que Hitler decidiera marchar sobre la estepa
rusa, España se preparaba para dar la noticia a sus ciudadanos de la existencia
de la División Azul y de la necesidad de voluntarios. El encargado de dar la
exclusiva fue el ministro de Asuntos Exteriores Ramón Serrano Súñer.
«Un Serrano exultante, con uniforme blanco y gafas de sol, ante la
expectativa de la gente y sin micrófonos, exclamó desde el centro de Madrid:
“Camaradas: No es hora de discursos, pero sí de que la Falange dicte en estos
momentos su sentencia condenatoria: ¡Rusia es culpable!¡Culpable de nuestra
Guerra Civil! (…) ¡El exterminio de Rusia es exigencia de la Historia y del
porvenir de Europa!”», determina Juliá.
Con estas palabras, Súñer dio el pistoletazo de salida para la
entrada de voluntarios en la División Azul, noticia que sería dada a conocer por
los diarios tres días después. Al instante, miles de jóvenes de lanzaron a las
calles para alistarse. Entre ellos, se encontraba el joven Juan José Sanz, entonces de
17 años, que, en declaraciones a ABC, explica como vivió la situación.
«Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, escuché el discurso
que hizo el ministro Serrano Suñer en el que dijo la famosa frase “Rusia es
culpable”. Después de eso, nos apuntamos de golpe a la División Azul. Tras el
mensaje, yo fui a Zaragoza y me presenté voluntario para luchar, pero no contra
el pueblo ruso, sino contra el comunismo. Igual que yo, en pocos días salieron a
las calles casi 20.000 jóvenes», determina el antiguo miembro de la División
Azul.
La llegada de
voluntarios fue masiva. «Se dieron casos familiares extremos, como el
ofrecimiento conjunto de hasta tres y cuatro hermanos, o el de un padre con
todos sus hijos», determina Juliá en «División Azul». Sin embargo, la mayor
afluencia fue sin duda de universitarios:
Así, tras aproximadamente una semana de inscripciones, el 2 de julio
finalizó la fecha para alistarse en la División Azul, conocida por los alemanes
como «Blau división» o «250. Einheit spanischer Freiwilliger» (250 Unidad de
voluntarios españoles). Ansiosos, sus 18.000 integrantes, al mando de Agustín
Muñoz Grandes, esperaban la orden de partir.
España despide a los divisionarios
Unos 10 días después, la orden se hizo realidad, pues Franco hizo
marchar a la División Azul hacia Baviera (Alemania), donde tendrían su primer
contacto con los nazis y llevarían a cabo su instrucción. «El domingo 13 de
julio, la División Azul comenzó el transporte escalonado de sus hombres hacia
Alemania, en 19 expediciones, y a lo largo de diez días», determina Juliá en su
libro.
Sanz, ya divisionario, partió más tarde. «A mi me asignaron al 3º
Batallón del Regimiento 263, que se formó entero en Zaragoza. De hecho, uno de
los curas más destacados, el padre Indalecio, vino a Zaragoza desde Madrid para
incluirse en esta unidad. Éramos casi todos universitarios, además de médicos,
abogados…. También es curioso que nosotros no salimos de España el 13 de junio,
como el resto, sino que lo hicimos dos días después», determina antes de aclarar
lo emotiva que fue para él la partida.
La sangre latina contra la frialdad alemana
«Un campamento militar instalado al lado del pueblecito bávaro de
Grafenwöhr, a pocos kilómetros de Nuremberg, fue el centro asignado por el alto
mando alemán para la instrucción de la División Azul», explica el experto. En
este campo, sería donde los divisionarios españoles conocerían al ejército
nazi.
«Hicimos el
adiestramiento en sólo dos meses cuando lo normal era en tres. Los
alemanes quedaron sorprendidos de nuestra preparación porque todos teníamos una
vocación clara y todos estábamos ilusionados en ir y aprender», señala Sanz, uno
de los últimos en llegar al campo.
Con la convivencia, se pudieron observar las grandes diferencias que
aporta la sangre latina. «Existían muchos contrastes de mentalidad entre
nosotros y los alemanes. Nosotros cantábamos, hacíamos fiestas y ellos eran
inflexibles. Por ejemplo, fue muy jocosa cuando, el primer día de entrenamiento,
recibimos material. Nos dieron un equipo completo con hojas de afeitar, cepillo
de dientes, cepillo para el pelo… Nos hizo mucha gracia porque nos parecía todo
un lujo», explica el antiguo miembro de la División Azul, que ahora roza los 90
años.
«Otra anécdota sucedió con la ropa. Cuando nos dieron las camisas,
como éramos más pequeños que
los alemanes, nos quedaban muy grandes. Más de uno parecía que llevaba
puesto un camisón. Lo mismo pasaba con los pantalones, a los que teníamos que
dar un par de vueltas. No obstante, y a pesar de todo, no tuvimos ningún
problema con ellos porque siempre cumplíamos nuestras misiones», recuerda Sanz.
«En principio, durante las primeras marchas,
decían que éramos unos “desarrapaos”. La verdad es que, por ejemplo,
nunca tuvimos mucho interés en llevar pulcro el uniforme mientras que ellos lo
llevaban impoluto. Sin embargo, cuando llegamos al frente fue otra cosa, porque
la División Azul se mantuvo en su sitio durante importantes combates
singulares», finaliza el divisionario.
Una marcha de 1.000 kilómetros hasta el frente
Tras dar por finalizado el entrenamiento, los divisionarios
recibieron sus primeras órdenes: partir hacia Rusia para reforzar a las fuerzas
alemanas. Sin embargo, se planteó un problema para la División Azul debido a
que, aunque podían ser trasladados hasta Polonia en tren, se les informó de que
deberían hacer a pie una
distancia de casi 900 kilómetros (un espacio similar al que separa el sur
de Andalucía del norte del País Vasco) para llegar a Smolensko, cerca de
Moscú.
«Llegadas todas las expediciones, comenzó la parte más dura del viaje
hasta el frente, por la falta de transporte motorizado, los españoles deberían
cubrir casi 900 kilómetros a pie (…). Los cálculos estimaban que en unos 40 los
días necesarios para llegar hasta allí, donde los divisionarios embarcarían
nuevamente en ferrocarril hasta Dno», determina el historiador Xavier Moreno Juliá.
La dureza del calzado, acompañada por las nubes de polvo que se
provocaban por la marcha y la falta de alimento, hacían el camino insoportable.
Además, la hilera que los soldados españoles formaban era tan larga que había
aproximadamente entre dos y tres días de camino entre el grupo de cabeza y el
del final. .
«En esa marcha se
nos rompieron los zapatos y llegamos a acabar casi medio desnudos.
Además, el problema también fue el frío que sufrimos que, aunque no era tan
intenso como el que sufrimos luego, nos afectó mucho más porque nos cogió medio
desnudos tras la caminata, sin apenas zapatos, que se habían roto. Fue muy
duro», recuerda el divisionario Juan José Sanz.
«Aquella salvaje marcha se cobró 11 vidas humanas (sólo la explosión
de una mina mató a 4 soldados e hirió a otros 34), y dejó fuera de juego a 3013
hombres más, mayoritariamente en la condición de aspeados. Mató también a 44
caballos e inutilizó a otros 957, así como 77 vehículos, algunos perdidos para
siempre», explica Juliá. A pesar de todo, tras varias semanas se encontraron por
fin cerca de su objetivo.
No obstante, el destino todavía guardaba una agria sorpresa para los
soldados. Justo antes de llegar a Moscú, fueron informados de que debían
volver sobre sus pasos. «La División Azul recibió la orden de girar y
desandar unos cien kilómetros hasta Orsha, y dirigirse, en dirección norte,
hasta Vitebsk, donde tomaría el tren hasta Novgorod. En pocas palabras: las
necesidades de Hitler en el sector norte del frente ruso y los malos informes
que la Plana de Enlace alemana en la División Azul envió al mando alemán
(españoles mal uniformados y con comportamientos mediterráneos, alejados de los
parámetros germánicos), decidieron a aquel a enviar a los españoles al sector
norte del frente», finalizada el historiador. Tras llegar definitivamente a su
posición, la División Azul entraría finalmente en batalla.
El frente del río Voljov: Primeras conquistas
El primer frente
en el que la División Azul combatió fue cerca de un río navegable de más
de 200 kilómetros de largo, el Voljov, situado al norte de
Rusia. «Al Voljov los españoles llegaron entre los días 10 y 11 de octubre de
1941, y el 12, fiesta de la Hispanidad, entraron en combate. El frío era ya
intenso, por debajo de los
cero grados centígrados, y el Ejército alemán -y con él la División Azul-
carecía de equipo de invierno, en tanto que Hitler había previsto que la campaña
rusa iba a estar acabada en unos dos meses», señala el historiador Xavier Moreno Juliá.
Tras llegar, la División Azul trató de llevar a cabo una serie de
pequeñas conquistas al otro lado del río. «Hubo un corto período de ofensiva
hispano-alemana con la toma de varias poblaciones de escaso valor, en tanto que
no sobrepasaban la catalogación de aldeas. Y llegaron, en su avance hasta tres
poblaciones que pasarían a ser fundamentales: Otenski al norte, Possad en el
centro, y Posselok, la más oriental, al sur; las tres, cercanas al río Vischera,
afluente oriental del Voljov», afirma el experto.
No obstante, esta ofensiva no se extendió mucho y en poco tiempo los
rusos iniciaron si propio asalto. «Siguieron cinco semanas de sufrimiento atroz
en Possad y Otenski, en tanto que Posselok fue abandonada. Atacadas por la
infantería, la artillería y la aviación, las dos poblaciones se convirtieron en
tumba abierta de cientos de españoles», explica el historiador.
Al final, el 7 de diciembre el general español al mando de la
operación recibió la orden
de retirada por parte de los alemanes. No hubo más que decir, la División
Azul cruzó la orilla y se apostó para la defensa de sus nuevas posiciones.
La gran matanza de españoles en el Voljov
Los españoles no tuvieron que esperar mucho para volver a combatir,
pues a los pocos días de retirarse de sus posiciones avanzadas fueron atacados
por centenares de soldados rusos. «El 27, una posición española ubicada entre
las localidades de Udarnik y Lobkovo fue atacada. El pelotón, que estaba al
mando de un alférez, fue
aniquilado y los cuerpos de sus hombres, clavados en el suelo con picos para
romper el hielo», afirma el historiador.
Esta gran derrota fue conocida como la tragedia de la «Posición
intermedia». Sin embargo, los españoles decidieron no dejar este suceso
impune y devolvieron el envite de manos del comandante Tomás García Rebull
quien, finalmente, casi aniquiló en su totalidad a la fuerza rusa. La venganza
se había cumplido para estos militares.
Por aquel tiempo, las bajas de la División Azul eran ya
considerables, pero nada comparables con las del ejército nazi. «El 31 de
diciembre de 1941 la División Azul había visto morir a 1.400 de sus hombres, en
tanto que el Ejército alemán, desbordado desde hacía ya tres semanas ante Moscú
(5 de diciembre, ataque del general Zhukov con reservas siberianas), contaba ya
con un cuarto de millón de muertos», explica Juliá.
El cruce del lago Ilmen: La muerte helada
Después de resistir los ataques soviéticos, la División Azul
protagonizó una de sus acciones más valerosas, la cual consistió en cruzar un lago helado para
socorrer a una unidad alemana que estaba siendo «machacada» por fuerzas
soviéticas. Concretamente, esta acción se desarrolló en el lago Ilmen
(cerca del frente del río Voljov) del 10 al 21 de enero al mando del español
José Manuel Ordás.
«El año 1942 vio el cruce del Lago Ilmen -al sur de las posiciones de
la División Azul- por la recientemente creada Compañía de Esquiadores. El lago,
completamente helado, fue cruzado a pie, pero con muy mala suerte, pues la
trayectoria prevista tuvo que anularse ante las grietas que se abrían ante los
españoles», determina el historiador Xavier Moreno Juliá.
Estas dificultades provocaron que tuviera que cambiarse el itinerario
inicial por uno más largo. Esto fue letal para las tropas españolas, que
tuvieron que soportar una temperatura de nada menos que 52 grados bajo cero.
«Finalmente, tras once días de penalidades, los españoles encontraron a los
alemanes, que habían podido zafarse del acoso soviético», explica el experto.
La acción no fue demasiado satisfactoria para los españoles, que
sufrieron 102 bajas por
congelación acompañadas de una gran cantidad de heridos. «Poco hubiesen
podido hacer para ayudarles (a los alemanes), pues quedaban sólo doce hombres
ilesos de un contingente inicial de 240», sentencia el historiador.
«Esta acción fue aprovechada por el general español Muñoz Grandes
para dar publicidad a su División Azul, por medio del envío de un álbum con los
telegramas enviados y recibidos durante el cruce del lago. El alto mando alemán
quedó impresionado y la noticia llegó a Berlín. A partir de entonces, luchar al
lado de los españoles pasó a ser señal de buena suerte para el soldado alemán»,
explica Juliá. Después de estos envites, Berlín anunció al mundo la victoria en
el Voljov.
El sitio de Leningrado
Tras el frente del río Vonjov, los españoles fueron enviados
hacia Leningrado (una de las principales ciudades rusas) para ayudar a
las tropas alemanas a mantener el cerco de la ciudad, sitiada por el ejército
nazi. Mediante este asedio, Hitler pretendía que la ciudad muriera de hambre al
contar con más de 3.000.000 de ciudadanos.
«El frente de Leningrado, a diferencia del anterior, el del río
Voljov, era estático. En un primer momento, había incluso la intención alemana
de tomar por asalto la ciudad, por lo que fue llevada la División Azul hasta
allí, al objeto de cubrir el flanco suroriental del ataque», sentencia el
historiador Xavier Moreno
Juliá..
Sin embargo, Hitler tuvo que detener finalmente
el sitio de esta ciudad. «Tenía que dar prioridad a la batalla que se
desarrollaba en el sector sur del frente ruso, en Stalingrado, donde sus tropas
comenzaban a tener serias dificultades. De ahí que Leningrado se convirtiese en
núcleo de asedio por parte de las tropas alemanas, apoyadas por las españolas.
Además, se daba la circunstancia de que aquel nuevo frente era en gran medida
urbano, a diferencia del anterior, fundamentalmente rural» explica el
historiador.
Muerte en Krasni Bor y regreso a España
Pero, sin duda, la acción más valerosa de la División Azul fue la
defensa de la ciudad rusa de Krasni Bor, cerca de
Leningrado. «Acaeció el 10 de febrero de 1943. Ese día, 38 batallones soviéticos
salieron de Kolpino, el barrio industrial de Leningrado ante el que estaba
acantonada la División Azul, apoyados por unos ochenta tanques, unas 150
baterías y un número indeterminado de "organillos de Stalin", esto es, de
lanzadoras de proyectiles», destaca el historiador Xavier Moreno Juliá.
«El embate fue tal, que en menos de veinticuatro horas acabó con la vida de 1.125
españoles, hirió a más de mil y unos noventa se dieron por desaparecidos.
Los infantes alemanes, a cuyo mando estaba el general Philipp Kleffel, tardaron
casi diez horas en intervenir, una más que su aviación. Tan sólo con los muertos
de aquel día, España saldó -e invirtió dieciséis veces- la mortandad en combate
de la Legión Cóndor, que sobrepasó en poco la cifra de trescientos hombres»,
finaliza el experto.
La vuelta a España
Finalmente, y tras decenas de combates, la División Azul fue relevada
y enviada a España a pesar de que algunos de sus integrantes se negaban a
marcharse del frente. Muchos, de hecho, consiguieron permanecer un poco más en
combate formando nuevas unidades hasta que volvieron a su país de origen, donde,
hoy por hoy, son queridos y odiados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario