Día 01/11/2014
«¡Rusia es culpable!». El 22 de junio de 1941 Alemania invade la URSS. Es el momento de que el país comunista «pague la deuda de sangre». En poco tiempo, España envía al Frente Ruso un cuerpo expedicionario para luchar junto a los alemanes en «la cruzada contra el bolchevismo»: la División Azul
Durante los primeros años de la Segunda Guerra Mundial, la situación interna en España impide cualquier forma de participación directa en la contienda. Tras la Guerra Givil, el país está en ruinas, totalmente devastado y empobrecido.
Por otra parte, el régimen tiene que consolidarse, tanto frente a la oposición armada de las guerrillas formadas por excombatientes republicanos (muy activos sobre todo en las zonas rurales y montañosas del norte peninsular), como ante las diversas facciones políticas en las que se apoya: falangistas, carlistas (requetés), monárquicos, derecha moderada, etc…, cada una con sus propios intereses, la más de las veces divergentes y agrupadas en dos «bandos» respecto a la guerra:aliadófilos —basicamente anglófilos— y germanófilos, estos últimos más activos y con más voz en los estadios iniciales de la contienda.
Tras la caída de Francia en junio de 1940, y con los alemanes en los Pirineos, España se acerca cada vez más a la participación armada, trocando el inicial status de neutral por el ambiguo «no beligerante». El 23 de octubre de ese año, el general Franco se reúne con Hitler en Hendaya, para discutir la posible entrada de España en la guerra, concluyendo el encuentro sin ningún acuerdo tangible. Otra posterior reunión de Franco con Mussolini en Bordighera termina con idéntico resultado. Madrid, aunque colabora activamente con Berlín —espionaje, información, permiso para navegar a los u-boote, etc…—,permanece formalmente al margen.
Formación
La situación cambia radicalmente con la invasión de la URSS. La noticia del ataque germano provoca una reunión urgente del Consejo de Ministros, mientras en la calle grupos de exaltados reclaman la intervención militar española. Es la oportunidad de entrar en guerra.
Serrano Súñer, ministro del Exteriores, se hace eco de esa exaltación: «Rusia es culpable». Tras consultar con Alemania la viabilidad del envío de una unidad de combate, se habilitan banderines de enganche para organizar el alistamiento de los voluntarios que a miles acuden a la llamada de la lucha contra el comunismo.
Si bien los cuadros de lo que será la División Azul se nutrirán principalmente con militares profesionales, el grueso de los voluntarios tiene procedencia diversa: un gran porcentaje de falangistas, universitarios, anticomunistas en general, aventureros…, pero también algunos represaliados republicanos que alistándose buscan aliviar la situación de exclusión social a la que están sometidos.
El primer contingente será de unos 17.000 hombres, organizados según el modelo divisionario alemán —tres regimientos, frente a los cuatro españoles—, siendo más de 45.000 los efectivos que servirían en la 250 Spanische Freiwilligen Division, según su terminología oficial, hasta su disolución. Entre el 12 y el 23 de julio, los divisionarios llegan al campo de Grafenwöhr para recibir la instrucción, acortada de los tres meses inicialmente previstos a uno: la mayoría de los integrantes de la división son veteranos de la Guerra Givil y tienen sobrada experiencia de combate y en el manejo del armamento alemán.
El 31 de julio, la división jura lealtad a Adolf Hitler («en su lucha contra el comunismo») y se traslada al frente, a pie, en una caminata de cerca de 1.000 kilómetros por la escasez en esos momentos de medios mecanizados. Aunque inicialmente está previsto que se integre en el Grupo de Ejércitos Centro, cuyo objetivo es Moscú, tras la reunión del general Muñoz Grandes, jefe de la unidad, con el dictador nazi en su cuartel general en Rastenburg, se decide que la división se incorpore al Grupo de Ejércitos Norte, cuya misión es la captura de Leningrado, incorporándose a primeros de octubre en el sector del río Volchov, donde tendrá su bautismo de fuego el 12 de octubre de 1941.
Durante casi tres años, la División Azul y su sucesora, la Legión Azul, lucharán encarnizadamente contra el Ejército Rojo, haciendo frente a las cada vez más poderosas ofensivas que pretenden levantar el sitio de la ciudad y tiñendo de sangre española las nevadas tierras de Rusia.
Batallas
Durante meses, los divisionarios combatirán con éxito en Possad, a ambas orillas del río Volchov, y su unidad de esquiadores se cubrirá de gloria en el lago Illmen, aunque la más importante y dura de las batallas será la de Kransy Bor, donde el Ejército Rojo pretendió romper el cerco de Leningrado justamente por el sector español. Las bajas fueron enormes, pero el frente resistió a pesar de la durísima embestida.
En 1943, tras las derrotas alemanas de Stalingrado (enero) y Kurks (julio) la situación en la guerra da un vuelco, lo que aconseja un cambio de estrategia del régimen español. La división será repatriada. A mediados de octubre inicia su repliegue. Sin embargo, aún permanecerá en el frente una unidad reducida, la Legión Azul, que también es retirada unos meses después. Cuando esta última es disuelta, un grupo de divisionarios decide quedarse por su cuenta en Alemania, reforzado por algunos elementos llegados clandestinamente desde España.
Integrados en diversas unidades de voluntarios extranjeros, los últimos españoles, formando parte del grupo de asalto Charlemagne, y a las órdenes del capitán Ezquerra, participarán en Berlín en la última defensadel barrio ministerial, incluida la Cancillería del Reich.
La historia de la División no concluirá sin embargo hasta el 2 de abril de 1954, cuando arribe al puerto de Barcelona el buque «Semíramis» con los más de 200 divisionarios que todavía estaban prisioneros en la URSS. Por el camino quedaban los cerca de 5.000 muertos que yacían en las heladas tierras de Rusia o entre los cascotes de un Berlín en ruinas.